Las palabras más famosas de la arqueología
Era 1922, y el arqueólogo inglés Howard Carter llevaba ya más de ocho años excavando "El Valle de los Reyes", una zona muy reconocida por contener antiguas tumbas. Hasta ese momento, no había tenido buenas noticias, ni siquiera una pista de que en las cercanías podría estar la tumba de algún olvidado faraón, de cuya existencia se sospechaba.
Todo el trabajo había sido financiado por Lord George Herbert de Carnarvon, un aristócrata aficionado al antiguo Egipto. Sin embargo, comenzaba a impacientarse y, presionado por su esposa, había considerado suspender el patrocinio después de esa temporada.
A pocos días de terminar el trabajo de campo, el 4 de noviembre de 1922, unos trabajadores encontraron lo que parecían ser el primer peldaño de unas gradas. Carter ordenó seguir excavando para retirar todos los escombros. Lord Carnarvon y su hija, Evelyn Herbert, llegaron curiosos al sitio de excavación.
El 25 de noviembre, terminaron de remover todos los escombros y se encontraron con una puerta de piedra. Carter la rompió, permitiéndole entrar a una larga habitación que parecía ser el corredor de acceso a una tumba. Lord Carnarvon y su hija Evelyn, junto con Arthur Callender, asistente de Carter, lo acompañaron.
Al llegar al final de la habitación, Carter constató que la pared era hueca y que seguramente bloqueaba una recámara hasta entonces no descubierta.
Entonces, Carter hizo un pequeño agujero en la pared. Pero en el interior reinaba la oscuridad, así que introdujo su mano sosteniendo una vela encendida; el lugar no había recibido luz en más de tres mil años. Metió la cabeza y, al principio, no podía ver nada. El aire caliente que escapaba de la cámara hacía que la llama de la vela parpadeara, pero luego, cuando sus ojos se acostumbraron a la luz, los detalles de la habitación interior emergieron lentamente de la niebla. Extraños animales y estatuas, todas de oro, brillaban a la pobre luz de la vela encendida.
Por un momento, una eternidad les debe haber parecido a los demás que estaban allí. Carter se quedó mudo de asombro, y cuando Lord Carnarvon, incapaz de soportar más el suspenso, preguntó con ansiedad: ¿Se puede ver algo?
Howard Carter respondió: Sí, cosas maravillosas…
Habían encontrado a Tutankamón.