Las estrellas de la Virgen de Guadalupe
Desde la época colonial, se han discutido y publicado cientos de textos sobre la Virgen de Guadalupe. La exaltación y el fervor que rodean esta particular advocación de la Virgen María han sido y serán un punto fundamental en el entendimiento de la identidad indígena y colonial, no solo en México, sino en toda Latinoamérica.
El mito de la Virgen de Guadalupe comienza con el antiguo relato en náhuatl llamado “Nican Mopohua” (Aquí se narra), que, a través de los años, se ha convertido en una especie de revelación divina, donde se manifiesta el aparecimiento de la Virgen de Guadalupe al indio Juan Diego en un cerro llamado “Tepeyac”, un lugar donde, antes de la conquista, se le rendía culto a la divinidad Coatlicue, también llamada “Tonantzin” (venerable madre).
La crónica de Fray Bernardino de Sahagún, en su Historia General de las Cosas de Nueva España, nos da luces sobre el origen del mito guadalupano: “En Tepeacac... en este lugar tenían un templo dedicado a la madre de los dioses, a quien ellos llaman Tonantzin, que quiere decir nuestra madre. Allí hacían muchos sacrificios en honor de esta diosa, y venían a ella de muy lejanas tierras, de más de veinte leguas de todas las comarcas de México, y traían muchas ofrendas: venían hombres, mujeres, jóvenes y niñas a estas fiestas. Era grande el concurso de gente en estos días y todos decían 'vamos a la fiesta de Tonantzin'; y ahora que está ahí edificada la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, también la llaman Tonantzin”.
Es decir, durante la conquista, los españoles reemplazaron un antiguo personaje sobrenatural mesoamericano por uno judeocristiano, lo que desvirtúa el elemento sobrenatural que relata el Nican Mopohua.
El antropólogo e historiador mexicano Miguel León Portilla, estudioso del pensamiento indígena, reúne a la señora de Guadalupe en una sola personalidad histórica y cultural transversal, llamada “Tonantzin-Guadalupe”. La Virgen de Guadalupe es quizás el máximo ícono de sincretismo religioso que aconteció en la conquista.
De ojos y estrellas
En el “Nican Mopohua” se describe el origen milagroso de la imagen de la Virgen de Guadalupe, que supuestamente fue impresa por medio de un fenómeno sobrenatural en la tilma de ayate del indio Juan Diego. A partir de ese supuesto hecho, se han establecido y popularizado una serie de “descubrimientos sensacionales” del estudio de la imagen de Tonantzin-Guadalupe, uno de ellos ha sido las figuras que se supone se observan en los ojos, a partir de lo cual se han escrito y vendido una serie de libros que han sido un semillero para afirmaciones aventureras. Una de ellas está asociada a la iconografía religiosa astronómica que aparece en la imagen sagrada, las estrellas del manto.
Ajustando constelaciones
A finales del siglo XX, el Doctor Juan Homero Hernández Illescas formuló que las estrellas de la imagen de la Virgen de Guadalupe tienen relación con el cielo nocturno en la fecha del 12 de diciembre de 1531, cuando se supone que la Virgen se le apareció al indio Juan Diego.
Según el doctor Hernández Illescas, en el manto de la Virgen de Guadalupe se encuentran algunas de las estrellas de las constelaciones de Ofiuco (el Serpentario), Escorpión, Hidra, Centauro, la Cruz del Sur, y se supone que aparecen fragmentos de las constelaciones de la Osa Mayor, Coma Berenices, Canes Venatici y Draco. Así también, las estrellas principales del Can Mayor y Auriga; Sirio y Capella. Todas ellas, según Hernández, vistas durante el solsticio de invierno de 1531, año del aparecimiento de la patrona de México.
Una constelación es un grupo de estrellas asociadas unas a otras por un criterio arbitrario. Cada sociedad ha observado diferentes constelaciones de acuerdo a su mitología, historia y semiótica. Así, en un grupo social puede observar en el cielo unos hermanos gemelos mientras que otros ven en las mismas estrellas una tortuga. Las constelaciones han servido para relatar mitología, son prácticamente un libro de cuentos celeste, donde están escritas las narrativas folklóricas de los pueblos.
En 1928, la Unión Astronómica Internacional dispuso organizar y distribuir 88 constelaciones en toda la bóveda celeste, como si fueran territorios espaciales. Los astrónomos de entonces únicamente se basaron en las constelaciones de la Europa clásica, se divorciaron de cualquier constelación de otra cultura que no fuese europea y comenzaron a popularizarse los atlas estelares, donde por primera vez aparecían las estrellas unidas por delgadas líneas que representaban a las constelaciones, contrario a lo que en siglos pasados la cartografía celeste hacía, cuando se publicaban complejos dibujos que representaban personajes astronómicos.
Sucede que la posición de las estrellas en el manto de la Virgen de Guadalupe es algo ordenada; las estrellas están separadas unas de otras por espacios relativamente similares, y en algunos lugares del manto de la imagen se pueden observar ondulaciones que hacen ver a los astros impresos un poco distanciados unos de otros.
Siendo así, es posible ajustar intencionalmente un patrón estelar en el manto sagrado, ya sea para el solsticio de invierno de 1531, la independencia de Estados Unidos en 1776, la caída del muro de Berlín en 1989 o cualquier noche que alguien desee figurar.
La posición de las estrellas en la señora de Guadalupe está colocada de tal forma que es imposible afirmar categóricamente que las estrellas son la firma sobrenatural del solsticio de invierno, más aún cuando se toma en cuenta que aparecen apenas fragmentos de las supuestas constelaciones principales, muchas de ellas con sus figuras establecidas en la reunión de la Unión Astronómica Internacional en 1928.
En resumen, no se pueden establecer ninguna constelación con exactitud, al ser un tema que conlleva la fe. Un creyente en particular podría ver cualquier constelación que desee. Es una cuestión de convicción, creencias y subjetividades; en este caso, las estrellas del manto no hay que buscarlas en el cielo, sino en el análisis de la cultura.
El artículo original fue publicado en periódico digital El Faro, 26 noviembre 2007