2024, año bisiesto
La Tierra gira alrededor del Sol en 365 días. Sin embargo, este enunciado no es del todo cierto, ya que nuestro planeta realiza tal movimiento en 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45 segundos.
Algunos calendarios, como el nuestro, han sido elaborados siguiendo la posición del Sol. Estos siempre se han encontrado con el problema de las 5 horas, 48 minutos y 45 segundos que hacen que se vuelvan obsoletos cada cierto tiempo. Este desfase es el resultado de la órbita terrestre, la cual, como señalé anteriormente, no es una cantidad entera. Las fracciones se van acumulando con el tiempo, hasta que llega un momento en donde el calendario comienza a tener problemas porque sus meses no coinciden con las estaciones.
Las sociedades agrícolas necesitan un calendario que les recuerde cuándo llega el período de lluvia. También ahora es necesario saber que, generalmente, los últimos y los primeros meses del año son fríos y se necesitan abrigos, al menos en el hemisferio norte, porque en el sur es todo lo contrario.
En los tiempos de la Roma antigua, el emperador Cayo Julio César Augusto reformó el antiguo calendario romano, que seguía las posiciones de la Luna, y lo cambió por uno que siguiera las posiciones del Sol. Dicho calendario fue bautizado bajo el nombre de su mentor: calendario Juliano. Tristemente, dicho calendario contenía un error que corría un día cada 128 años.
A pesar de que los romanos ya sabían del desfase anual de 6 horas y 9 minutos, trataron de incorporar una solución agregándole un día extra al mes de febrero. En ese tiempo, febrero tenía 25 días. Cada cuatro años le agregarían un día número 26, de ahí el nombre del año bisiesto, que viene de “Dies bis sextus calendas martias”, nombre que ha sobrevivido hasta nuestros días.
La compensación romana dejó de lado algunas restricciones matemáticas que terminaron afectando al calendario. Así, para 1580 los meses no correspondían con las estaciones, y el papa Gregorio XIII se topó con ese problema cuando trató de oficializar algunas festividades cristianas y notó que la Pascua se había desfasado del calendario por varios días.
Fue así que contrató a Luigi Ghiraldi y Christopher Clavius, dos académicos de renombre, quienes luego de un estudio meticuloso, recomendaron al papa una solución basada en una ingeniosa trampa matemática.
Pero ahí no acabó la corrección. Se sugirió que, por decreto, para regresar a la “normalidad”, el papa decretara borrar de la historia diez días de una vez. Fue así que el 4 de octubre de 1582 fue seguido por el 15 de octubre de 1582.
Desde entonces, hemos seguido corrigiendo cada cuatro años. El método de Ghiraldi y Clavius no es del todo infalible, todavía hay un problema de 0,0003 días que sobran cada año. Ese sobrante, más el freno gravitacional natural que la Tierra sufre producto de la Luna y el Sol, podría implicar que, dentro de 3,500 años, si seguimos usando este calendario, tendríamos que sumar un día extra para compensar el desfase.